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MAZATLÁN. – El sonido de sus tambores y sus cascabeles se escuchan cuadras abajo y cuadras arriba de la plazuela Machado, son los danzantes que atrapan a locales y turistas entre sus plumajes, una actividad que es parte de su vida desde sus antepasados.  

Ignacio González Velázquez es originario del Estado de México, pero su familia viene desde Veracruz, y la danza siempre lo ha acompañado, de ciudad en ciudad en la que ha vivido y ha buscado la manera de salir adelante.  

“Hemos conservado nuestra tradición como danzantes de concheros, a finales de los noventas nació una inquietud por las cabeceras de conocer nuestra riqueza, las vestimentas, las danzas y de ahí nos movilizamos todos a manera de que nos conozcan en todo México como expresión cultural”, contó.  

La danza les ha abierto la oportunidad de que el turismo, especialmente el extranjero, el de crucero, los aprecie, en estos cruceros viaja gente de Estados Unidos, de Japón y de países europeos, que, al verlos, no dudan en fotografiarlos y dejarles propina. 

Danza ritual con raíces mexicanas 

Los concheros son grupos de danza ritual en México. Este fenómeno cultural tiene raíces mexicanas sincréticas y está vinculado a diversas fiestas religiosas. Entre los nombres que se le dan a esta danza se encuentran, danza de los concheros, danza de la tradición, danza azteca o mexica, o danza de la guerra y regionales.  

González Velázquez comentó que dio con Mazatlán porque vieron un espacio de expresión cultural que poco se percibía en otros lugares y escogieron la zona de la Machado y el Centro Histórico por ser todo un escenario artístico, entre pintores, poetas, bailarines de ballet y danza contemporánea, sintiéndose parte de este mismo círculo.  

“Somos un familia artesana y danzante y este espacio, la Machado, nos ha arropado, nos ha dado la oportunidad de ser parte de la escena artística que se representa con tantos músicos, pintores y bailarines que circulan por aquí, nos hacen sentir en casa”, comentó.  

El grupo lo conforma él, pero participan sus tres hijos y ya tiene nietos a los que ha estado ensayando para incorporarlos en algún momento a la escena de expresión; sus vestimentas, hechas por ellos, tienen toda la representación, plumas de faisán, de gallos, cabezas de jaguares, colores amarillos, azules.  

Vestimentas de cuero, rostros pintados, pero especialmente, movimientos que representan para ellos, la vida, la religión, la cultura, pero, sobre todo, su origen prehispánico.  

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