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San ignacio

MAZATLÁN. – San Ignacio es uno de los pocos municipios en Sinaloa que tiene costa y que tiene sierra, justo en los límites de Durango; ¿lo has visitado?, ¿sabías que su historia nace de una misión jesuita?, sigue leyendo que aquí te contaremos todo sobre este lugar.  

Historia 

Antes de la llegada de los españoles, este municipio estuvo habitado por lo menos de 7 comunidades indígenas como los piaxtlas, totorames, xiximes, hinas, humis, sabaibo y hasta tepehuanes, esto por la cercanía con Durango.  

Oficialmente, San Ignacio, Sinaloa, fue fundado en el año de 1633 por el padre jesuita Diego González de Cueto, sí, este municipio del sur de Sinaloa fue creado formalmente por la misión jesuita en su andar.  

Para el año de 1748 los misioneros jesuitas se establecen río arriba de la cabecera con la principal misión denominada Santa Apolonia con los pueblos de visitas de San Mateo y Santiago, compuestas por indígenas.  

Por esas fechas empieza a cobrar auge la minería regional, actividad que llega al clímax en el siglo XIX en la sierra de El Candelero y la situación geográfica del pueblo de San Ignacio, por lo que Piaxtla fue determinante para el buen éxito del desarrollo minero. 

Con este auge de la minería se incrementó la presencia de españoles, algunos de estos se trajeron consigo a sus mujeres e hijos; casi 20 años después, el 27 de febrero de 1767, por orden del rey Carlos III de España, los jesuitas fueron expulsados del continente americano. Por ello las misiones que estos establecieron en los reinos americanos decayeron. 

Sin embargo, esta influencia permaneció con los habitantes españoles que sí permanecieron, asentando las bases de una cabecera municipal que actualmente conserva mucho la influencia colonial.  

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La Leyenda del minero de Piaxtla  

Parte de la creación de este municipio, mantiene una leyenda que hasta la fecha se cuenta como antecedente histórico que inició junto al auge de la minería, cuando una mañana, algunas mujeres lavaban a la orilla del río y vieron cruzar por sus caudalosas aguas a un jinete en cabalgadura. 

El forastero, quien venía en una mula color canela, trayendo un fardo amarrado al costado derecho del animal, una vez en el pueblo, preguntó a unos niños que jugaban cerca de la orilla del río, acerca de un lugar en dónde pudieran alojarlo y darle de comer. Los mismos niños lo guiaron al único mesón del pueblo al que solían llegar y pernoctar los mineros y arrieros que iban de paso rumbo a sus casas. 

El forastero ordenó pastura y agua para la mula y tras un ligero refrigerio, servido por la esposa del mesonero, pidió a la señora que cuidara al animal durante su ausencia, ya que saldría a realizar algunas diligencias, entregándole a la mujer dos relucientes monedas de plata. 

Transcurrieron tres días sin que el huésped regresara al mesón. La mujer del mesonero compadecida de la mula que continuaba amarrada al poste donde su dueño la había dejado, decidió liberarla de la carga y quitándole los arreos la llevó al corral, para que cuando el huésped regresara la encontrara totalmente descansada. 

Al día siguiente, como aquel no daba aún señales de vida, los dueños del mesón decidieron abrir el fardo y procedieron a deshacer el envoltorio y encontraron un santo de bulto dentro del costal. 

Ambos se quedaron pasmados al observar que las facciones del santo eran idénticas a las de su huésped. Advirtieron, además, que del cuello del santo pendía un hilillo negro del que colgaba una carta. Como los mesoneros no sabían leer, mandaron avisar a la misión jesuita de Santa Apolonia, para que uno de los frailes misioneros les leyera el mensaje. 

El fraile que acudió al mesón fue informado de cómo había llegado hasta allí el santo de bulto y luego procedió a leer el mensaje. Asombradísimo leyó: “Por mandato divino y voluntad propia quiero ser ungido como patrono de este pueblo”. 

Este santo aún se encuentra en la iglesia principal de la cabecera municipal de San Ignacio.  

San Ignacio hoy en día 

Este municipio cuenta con dos pueblos señoriales, San Ignacio y San Javier, dos comunidades que buscan atraer al turismo gracias a sus atractivos religiosos, culturales y precisamente, espacios con mucha influencia española, que hasta la fecha se convierten en el atractivo principal de la zona.  

Entre sus actividades económicas principales están las primarias, la agricultura, la ganadería y la minería.

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