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MUSICO PANTEONES

MAZATLÁN.- Una mañana diferente se vivió este martes 2 de noviembre en Mazatlán, ya que se celebró el Día de Muertos, una festividad arraigada en la sangre de los mexicanos que ilusiona hasta el más incrédulo y mueve los sentimientos del más duro, los buenos recuerdos vuelven y a la mente llegan esos familiares que se adelantaron en el camino.

Desde las 8:00 horas, en el libramiento Luis Donaldo Colosio se empezó a formar un fila larga de carros, el Panteón Municipal número 4 abría sus puertas para recibir a aquellos familiares con difuntos.

A las afueras del camposanto se observó un despliegue de elementos de Seguridad, Tránsito Municipal, Guardia Nacional y Protección Civil, para vigilar que todo siguiera en armonía.

En otro extremo del lugar, el señor de los raspados ya alistaba todo, pues el calor estaba fuerte, y el sol estaba en su punto más ardiente, pero eso no importaba, pues las personas aprovecharon para degustar un buen rapado mientras otros iban directo a la puerta de acceso. Al caminar por el sitio era notable la presencia de los vendedores de flores, que al pasar gritaban -Pásele, señito, ¿Qué va llevar?-, -¿Cuál le gusta, natural o artificial? aquí tenemos de todo-. Muchos se detenían a comprar el arreglo floral, mientras otros ya llegaban con su ofrendas en la mano. 

Foto: Christian Bernal

Cuando llegaban familias enteras, el señor de la puerta les indicaba, -«señora, los pequeños no pueden entrar, hay que cuidarlos que la pandemia continúa»-, por eso los familiares se tuvieron que turnar para entrar al panteón, mientras otros cuidan a los pequeños. 

En el lugar faltó un toque, sí, el que cada 2 de noviembre «prende» a todos y le da vida. Sí, la música. En esta ocasión no había música, algo que vino a causar un poco de tristeza entre los que desempeñan este humilde oficio. Don Ignacio Meraz González, de 74 años de edad, arribó con su mochila, el saxofón y su bicicleta al número 4, ya que quería ganarse unos pesos y de paso alegrar un poco a los visitantes. Sin embargo se llevó tremenda sorpresa al enterarse que no se podía trabajar. A unos cuantos pasos de él se encontraba otro músico sentado en la parada del camión junto a su instrumento, el violoncello.

Un vendedor de pan buscó colocarse entre la gente para ofrecer sus productos, pero tampoco se le fue permitido debido a las restricciones de las autoridades. Durante el recorrido se pudo observar a los limpia tumbas, así como la pipa de agua llenando la pileta para que las personas tomen agua y pueda dejar linda las tumbas de sus seres queridos. 

Hoy los vivos pudieron regresar un rato con sus muertos, hoy los vivos recordaron que todo termina en un suspiro por eso muchos se abrazaron, sonrieron y gozaron una tradición mexicana que sigue en el corazón y en el alma de los mazatlecos.

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