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MAZATLÁN. – A menos de 15 días del inicio de la temporada de camarón en alta mar, se respira en el muelle del Parque Alfredo V. Bonfil un ambiente de aventura que marca el comienzo de un nuevo ciclo para pescadores, maquiladores, vendedores de comida y, sobre todo, para los rederos, un grupo de hombres que intensifican por estos días su labor en el muelle pesquero, un lugar que alberga innumerables historias. 

La mayoría de estos hombres son personas del mar, cuyas vidas han estado moldeadas por la marea y el duro trabajo. Entre cánticos tradicionales que alimentan el alma, Rodolfo Valdez Sandoval, conocido como «Don Fito», ha estado en la industria desde 1983, tejiendo sueños con sus manos y entregando su corazón en cada tejido. 

Junto a sus compañeros, «Don Fito» comienza su jornada diaria a las 8:00 de la mañana. Con herramientas en mano, bancos, agujas especiales, y una navaja afilada, ejecutan los cortes necesarios en la malla y utilizan hilos para tejer, fabricar o reparar las redes con excluidores y chinchorros solicitados por los patrones de los buques pesqueros para sus travesías en alta mar. 

Cada día, Valdez Sandoval se prepara para dar lo mejor de sí mismo, con una camisa en la cabeza y una gorra para protegerse del fuerte sol, ya que el árbol en la calle Topolobampo del Parque Bonfil no proporciona suficiente sombra. La tarea es ardua, ya que cada embarcación requiere al menos cuatro redes. Fabricar una nueva red o reparar las artes de pesca no es tarea sencilla. 

Rodolfo Valdez Sandoval, «Don Fito». /Foto: Christian Bernal

Su lugar de trabajo es la banqueta y un espacio en la calle, inmerso en los olores y sabores del inmenso muelle pesquero que, con el paso del tiempo, conserva su pintoresco rostro y esencia. El trabajo se intensifica a medida que se acerca la hora de volver a zarpar. 

A pesar de los cambios en la industria pesquera, que han resultado en una disminución significativa de trabajo en comparación con años anteriores, la determinación por seguir adelante prevalece. A lo largo de los años, «Don Fito» ha llevado su oficio con pasión y amor, dejando un legado de entrega en cada red que teje. 

«El tiempo pasa, pero seguimos haciendo lo que sabemos. Nos gusta este trabajo, además, ha sacado adelante a la familias en todos estos años. En esta temporada de veda, hemos reparado un promedio de 80 redes, contra las 200 de otros años. La disminución es mucha, pero el trabajo continúa, y eso nos debe de alegrar», destacó. 

Hoy en día, se enfocan más en la reparación y el mantenimiento de las redes que en la creación de nuevas. Esto se debe al costo de las redes, que varía según el material y a que los tiempos ya no son los de antaño, cuando la pesca abundaba en la ciudad. Una red puede tener una vida útil de 10 años, dependiendo de si sufre daños graves y si recibe el mantenimiento adecuado. 

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