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MAZATLÁN. – El Clavadista es uno de los atractivos con los que cuenta Mazatlán, es la atracción principal en la glorieta Sánchez Taboada, ubicada sobre el malecón de este puerto, en pleno corazón del Paseo Claussen, donde todos los días del año, durante la mañana, tarde y noche, se reúnen decenas de visitantes y locales, que expectantes observan cómo un grupo de jóvenes experimentados, desafían la gravedad, el viento, las olas y la marea, cada vez que se lanzan al vacío para caer al mar, ofreciendo un espectáculo de destreza, fuerza y valor.  

Al lugar asisten chicos, jóvenes, adultos y ancianos, familias enteras, que aprovechan su estancia para degustar alguna botana en los puestos instalados sobre el malecón o la glorieta, en los que se venden tostilocos, elotes, cocos, ceviches, entre otros antojitos mexicanos, todo esto para esperar el momento adecuado en donde el clavadista hará su aparición. 

Por lo regular, en la tarde noche, es cuando más se aglomera la gente, pero por la mañana, el turismo de crucero baja del barco y visita el lugar para ser testigos del espectáculo. 

Actualmente, existen dos grupos de clavadista que se coordinan por semanas para realizar los clavados, uno de sus integrantes es el joven Sergio Ernesto Estrada González, un joven con cara de niño, pero apasionado por las emociones.  

Todos lo conocen como “El Wicho”, un enamorado del mar que desde muy pequeño desafiaba el mar con su tabla frente a Olas Altas; con el paso del tiempo, se convertiría en uno de los clavadistas preferidos del lugar. Ahora cuenta con 27 años, está casado y es padre de familia.  

El Wicho recuerda sus primeros saltos cuando cursaba segundo grado de secundaria, fue en ese tiempo en que entendió que lo suyo no era el estudio y las aulas, sino ser clavadista, así que cambió los libros y cuadernos para dedicarse desde los 14 años a esta labor. Comenzó a tomar las olas con su tabla y, meses más tarde, aprendió de “La Güera”, un famoso clavadista porteño, todos los secretos detrás de tan peligroso trabajo.  

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Desde entonces se decidió a aprender todo sobre las técnicas detrás de cada clavado, aunque el surf nunca terminó por dejarlo, ya que fue seleccionado a nivel nacional para competir en diferentes eventos; así que llevó ambas pasiones de la mano, pues su amor al mar y la tranquilidad que le genera, lo mantuvo en pie en todo momento.  

“Antes competía a nivel nacional en el surf, pero no me dejaba dinero; fue a los 20 años cuando tomé la decisión de mejor quedarme ya aquí, inicié por diversión, el sentir el arte de volar es algo apasionante”, expresó Estrada González. 

Se analiza cada detalle 

El clavado en esta zona se realiza con un alto grado de dificultad por lo que la preparación inicia desde abajo, mientras que un compañero de él está arriba simulando planear el clavado, lo cual entretiene a la gente. El “Wicho” camina con paso lento y concentrado hacia el mirador, al dirigirse hacia el punto del clavado, invita a todas las personas a cooperar.  

Antes de ejecutar el clavado, ultima y calcula cada detalle desde el viento, la marea, cada paso que da hacia el mirador, todo es esencia, pues un mal cálculo puede ser mortal, y es algo que ya ha pasado; de ahí, la importancia de medir y analizar todo, hasta la profundidad del agua donde caerá. 

En la noche, los riesgos de un accidente aumentan, por lo que se debe calcular más la maniobra, además de que se agrega un “plus” al clavado, el uso de antorchas para iluminar la zona del salto, algo que parece sencillo, pero es muy complicado, ya que se necesita aprender desde cómo acomodarse hasta conocer el preciso momento del salto y caer de manera correcta.  

“Es de mucho riesgo, la verdad, pero hacemos de corazón cada clavado; en ocasiones vienen turistas y nos piden un espectáculo a la brevedad, hablamos con ellos para que nos dejen una buena cooperación, eso ayuda bastante, más lo que se pueda recabar de las otras personas», mencionó.  

Quedan las cicatrices 

El volar por los aires hacia el mar es una actividad que no cualquiera puede llevar a cabo, se necesita conocer el mar, para definir bien el momento más adecuado de saltar, ya que cada uno de los saltos son de alto grado de dificultad, y que algunos le han dejado cicatrices por rozar las rocas a su paso. 

“Las cicatrices han sido porque al salir, ahí en la orilla, te pegas en las piernas con las rocas y están muy filosas, pero son mínimas, durante más de 10 años me he dedicado a esto de ser clavadista”, manifestó.  

Un secreto a voces entre los clavadistas para no salir heridos tras un clavado, es evitar la marea baja, pues eso se convierte en el peor enemigo de ellos, al igual que la lluvia, porque vuelve más “bravo” el mar.  

Estrada González ha recibido numerosos cursos y capacitaciones, ya que cuando decidió dejar la escuela, se preparó de la A a la Z en temas de primeros auxilios e incluso tomó clases de inglés, para invitar a más turistas que pasaran por la zona y vieran el gran salto.  

Al subir, “El Wicho” solamente piensa en una cosa: que todo salga bien. La adrenalina y la pasión que pasa por sus venas lo mantiene en cada salto, pero los aplausos y las felicitaciones de los presentes de los turistas y locales, lo hacen mantenerse en pie y seguir adelante.  

El clavadista es una tradición que se mantiene viva, y que además se puede disfrutar entre amigos y familia, desde las 9:00 de la mañana, aunque si hay cruceros, empiezan desde las 7:00 y se quedan en el sitio hasta las 23:00 horas, dependiendo que tan concurrido esté el lugar.  

Para saber  

Son un mismo grupo de clavadistas divididos en tres cada uno y se rotan cada semana, lo máximo que han llegado a juntar en todo un día, tarde y noche son arriba de 5 mil pesos, y lo más bajo son 500 pesos. 

Hasta el momento se tiene el reporte que dos personas han perdido la vida durante un salto en El Clavadista por su alto grado de dificultad. 

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