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De repente, el agua de la llave empezó a salir turbia. Nuestra cotidianeidad se complicó, porque desde cocinar hasta lavar ropa representaban situaciones a resolver. Los mazatlecos empezamos a revivir la historia de cuando nos abastecíamos de agua subterránea y recibíamos agua de color café rojizo, resultado de los minerales del subsuelo. Creímos que el agua de la presa Picachos nos daría la calidad de agua que habíamos soñado: transparente, pura, limpia. ¿Qué pasó entonces? 

Efectivamente, pasar del agua subterránea al agua superficial mejoró la calidad del agua que recibimos, pero también incrementó la vulnerabilidad a perder esta calidad. El agua subterránea está confinada al acuífero, por lo que está protegida de lo que ocurra en la superficie por ese gran filtro purificador que es el suelo. Por el contrario, el agua superficial es altamente vulnerable a todo lo que ocurra en la superficie: sequía, huracanes, deforestación, vertimiento de agroquímicos, derrames de jales mineros, todo lo que ocurra en la cuenca del río Presidio afecta la calidad del agua que finalmente el río deposita en la presa Picachos y de ahí va a nuestras casas. El agua turbia que recibimos desde hace meses es una prueba de esta vulnerabilidad.    

Además del río Presidio, la presa Picachos recibe los escurrimientos de la subcuenca en la que se ubica. Estudios realizados por Conselva muestran que esta subcuenca está perdiendo su capacidad natural de producción de agua, debido a la degradación de vegetación (31%) y suelo (59%). Sin vegetación que amortigüe la fuerza erosiva de la lluvia, esta se precipita sobre un suelo desnudo y degradado, erosionándolo. Hemos estimado una pérdida de suelo de hasta 50 toneladas/hectárea/año en las microcuencas que rodean a la presa Picachos y las que se ubican en la parte alta de la presa, por lo que el impacto hacia la presa es aún mayor.  

En el 2021 vivimos dos eventos hidrometereológicos extremos: una sequía severa seguida de un período de lluvias intensas, al que se sumaron dos huracanes Nora y Pamela. La lluvia se precipitó sobre un suelo muy seco y degradado, y los huracanes impactaron con toda su fuerza erosiva una subcuenca sin vegetación capaz de amortiguar esta fuerza erosiva y sin raíces que retuvieran el suelo. Los arroyos arrastraron toneladas de suelo desde la parte alta de la subcuenca hasta el vaso de la presa Picachos. La presa recibió, además, el aporte de agua, lodo y materia orgánica del río Presidio, proveniente de la cuenca alta. En conjunto, se tuvo un aporte extraordinario de suelo y materia orgánica en un corto tiempo.  

Los materiales más pesados se depositaron en el fondo de una presa como la Picachos, pero partículas más finas de suelo son las que se mantuvieron suspendidas y salieron del vertedor de la presa Picachos, en una concentración de 500 gramos/m3 según datos de Jumapam. El agua del vertedor se movilizó hacia los cinco diques (pequeñas lagunas intercomunicadas) que sirven para mejorar la calidad del agua de la presa antes de que llegue a las potabilizadoras Horcones y Miravalle. Los cinco diques fueron insuficientes para reducir la carga de sedimento y al final del último dique la concentración era mucho mayor de lo que pueden recibir las potabilizadoras. Sin duda, era necesario reducir esta carga para que pudieran operar las potabilizadoras y seguir brindando el servicio de agua a la ciudad.  

La Jumapam invirtió en un pre-tratamiento con substancias químicas (floculantes) para reducir la carga de sedimento. Sabemos que este pre-tratamiento fue insuficiente porque hemos estado recibiendo agua turbia. ¿Por qué no se añaden más químicos? Expertos en el tema nos han comentado que estos productos son eficientes bajo ciertas concentraciones de sedimento, pero si la carga de sedimento es mayor, su eficiencia se reduce. Así que, aunque Jumapam vierta más químicos, la eficiencia no es mejor. Lo único que se podía hacer era esperar a que los sedimentos finos se asentaran para que la calidad del agua gradualmente mejorara. Pero ha tomado más de 4 meses.  

¿Nos puede volver a ocurrir? Por supuesto que sí. Es agua superficial y por lo tanto vulnerable a eventos hidrometereológicos extremos, pero también a factores antropogénicos como el vertimiento de substancias tóxicas y jales mineros. Urge que ciudadanos y gobierno trabajemos en una agenda común por la seguridad hídrica a la que tenemos derecho, pero tenemos que trabajar para lograrla. 

Comentarios al correo: sandra.guido@conselva.org 

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