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MAZATLÁN. – Sin árboles, ¿qué sería de nosotros?, ¿qué sería de las cuencas? La asociación civil Conselva, Costas y Comunidades destaca que los árboles pueden mejorar significativamente la calidad del agua que llega a nuestras presas. 

Según una investigación de la asociación, un pequeño árbol de amapa canaliza aproximadamente 2 mil 718 litros de agua de lluvia hacia el suelo, mientras que un huanacaxtle mediano puede drenar hasta 12 mil 991 litros. Sin estos árboles, la lluvia caería sobre un suelo desnudo y degradado, aumentando la erosión y reduciendo la infiltración de agua. 

“Invertir en la infraestructura verde de la cuenca no solo es una medida eficiente, sino infinitamente más económica que la costosa infraestructura gris y genera además beneficios sociales muy importantes”, expone Conselva. 

La infraestructura verde incluye sistemas naturales o seminaturales que proporcionan servicios útiles para la gestión de recursos hídricos, complementando la infraestructura gris, como las presas. Esta combinación puede mejorar tanto la cantidad como la calidad del agua de los ríos que alimentan las presas. 

“Hasta ahora, la estrategia para mitigar los efectos de la sequía por parte de las instituciones gubernamentales se ha enfocado en más infraestructura gris, como represas y suministro del recurso con pipas”, dice la investigación de Conselva. 

La función crucial de los árboles en el ciclo del agua 

Para la asociación, los árboles juegan un papel crucial al atrapar un gran volumen de lluvia y canalizarla suavemente hacia el suelo, formando arroyos y recargando acuíferos.  

Una parte del agua infiltrada es absorbida por los árboles y liberada a la atmósfera como vapor, contribuyendo a la formación de nubes y precipitaciones. 

La recarga del acuífero alimenta manantiales que fluyen durante gran parte del año, incluso en épocas secas, proporcionando agua vital para la fauna silvestre, el ganado y casi todas las comunidades rurales a través de pozos. 

La tendencia catastrófica de la lluvia  

En Sinaloa, la tendencia es que llueva cada vez menos. Según el Servicio Meteorológico Nacional, solo en 8 de los últimos 24 años ha llovido por encima del promedio anual de 790 mm. En 2023, las precipitaciones fueron un 23% menores que en 2021. 

El Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático proyecta que si no se actúa a tiempo y se continúa con una economía de altas emisiones de carbono, para 2040 lloverá un 0.4% menos que el promedio base de 1981-2010.  

Mientras que para 2060, las precipitaciones podrían descender 3.8 por ciento, lo que significa que las niñas y niños que nazcan en este 2024 no contarán ni con la poca agua que hoy derrochamos cuando sean adultos. Para 2100 podría ser de hasta -13.4 por ciento.  

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Un futuro preocupante 

Sandra Guido Sánchez, directora ejecutiva de Conselva, advierte sobre la gravedad de la situación:  

“Somos un estado productor de alimentos y esto nos hace profundamente dependientes de la disponibilidad y calidad del agua. Sin embargo, lo más preocupante es que, ante estos niveles de sequía tan importantes, no se están tomando las decisiones estratégicas y de largo plazo que se necesitan para asegurar a los ciudadanos que vamos a tener agua para el próximo año y los que siguen”. 

Desde hace una década, el promedio anual de lluvias en Sinaloa ha estado por debajo del promedio histórico. Desde 2021, las precipitaciones han disminuido y las proyecciones no son optimistas. Así que es crucial que se tomen medidas estratégicas para enfrentar esta crisis hídrica y asegurar un futuro sostenible para las próximas generaciones. 

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