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LA BALLENA BLANCA ORALIDAD
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*Samuel Parra

La alta temperatura es un recurso usual en la literatura, igual que el frío, pero el clima mazatleco insoportable dio pie a este tema y al calor le pedimos que no sea tema, que no esté mam… y ceda su lugar al invierno. 

Dicen que el exceso de temperatura favorece el movimiento de las letras en una rara ebullición.  

Otra cosa diversa será el tono y el ambiente de lecturas, recorridas ellas mismas por el sofoco del verano y por las torrenteras violentas de sol.  

Y aquí aparecen casos que van desde la seca Comala, de Juan Rulfo en su Pedro Páramo, hasta la más acalorada Yoknapatawpha faulkeneriana; desde los escenarios del entorno tropical de Macondo de García Márquez al Paradiso abochornado de Lezama Lima, o al fuego alcohólico de Bajo el volcán, de Malcom Lowry.  

Si leemos El extranjero, de Albert Camus, la temperatura sirve incluso de disculpa ante un asesinato, como si los efectos perturbadores del sol pudieran ser vistos como atenuante: 

El presidente contestó que, antes de oír a mi abogado, le complacería que precisara los motivos que habían inspirado mi acto. Mezclando un poco las palabras y dándome cuenta del ridículo, dije rápidamente que había sido a causa del sol. En la sala hubo risas. El abogado se encogió de hombros”. 

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Actualmente las redes sociales están atiborradas de noticias sobre política, seguridad y finanzas. Un pequeño sector critica la adaptación de Pedro Páramo a Netflix. 

Los invito a leer este fragmento de la obra de Juan Rulfo, donde el insoportable sol hace su aparición: 

“Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos dejado el aire caliente allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire. Todo parecía estar como en espera de algo. 

-Hace calor aquí -dije. 

-Sí, y esto no es nada -me contestó el otro-.  

Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija. 

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Cien años de soledad

Escogemos fechas para vacacionar, visitar a los familiares incluso planear un embarazo, pero nadie decide cuándo se va a morir. Cuando alguien fallece todos corren a la funeraria, si el finado gozó de muchas amistades, habrá caras conocidas, pero en el entierro se reconocen a los verdaderos amigos porque esos aguantarán el calor si esto ocurre en verano. Gabriel García Márquez lo escenifica mejor en Cien años de soledad: 

Y muy poca gente asistió al entierro, en parte porque no eran muchos quienes se acordaban de ella, y en parte porque ese mediodía hubo tanto calor que los pájaros desorientados se estrellaban como perdigones contra las paredes y rompían las mallas metálicas de las ventanas para morirse en los dormitorios. 

Parafraseando el título de la película de 1958 El largo y cálido verano, protagonizada por Orson Welles y un joven Paul Newman, y escrita por William Faulkner, que recreó a la perfección el sudoroso ambiente del Sur norteamericano, se podría decir que la larga historia de la literatura está plagada, empapada, del sudor del calor. 

En El corazón de las tinieblas, escrito en 1902, por Joseph Conrad, su protagonista, el marinero Marlow, pregunta a un capitán del barco por qué se ahorcó un hombre al que este último había encontrado en la carretera, y ésta fue la contestación:  

-¿Quién sabe? Demasiado sol para él. 

Una respuesta ciertamente lacónica y en apariencia absurda pero que puede esconder una gran realidad alrededor del efecto que el calor puede tener en actitudes proclives a la autodestrucción. 

F. Scott Fitzgerald utiliza el verano para lograr un efecto perfecto: su calor claustrofóbico y pegajoso, y una atmósfera incómoda y sofocante en todo el sentido de la palabra. De hecho, toda la trama de Gatsby refleja el verano. La tensión aumenta con el calor y el desenlace llega con el primer frío del otoño. 

Inés Arredondo

No podíamos dejar fuera a ElDorado, Sinaloa y su musa, la Escritora Inés Arredondo, en su cuento Estío, narra la anécdota de una madre que vacaciona con su adolescente y el amigo de su hijo. 

Empezaba a hacer bastante calor – anota la voz narrativa.  

Los chicos juegan voleibol, nadan; ella los mira. Los acompaña. Conforme la trama avanza, el bochorno – se metía al cuerpo por cada poro: la humedad era un vapor quemante que envolvía y aprisionaba. 

Cuando los muchachos van al cine, la mujer se tiende sin ropa en el cemento; luego pela con los dientes unos mangos y, asalvajada, permite que el jugo corra por los antebrazos. Su empleada comenta: Nunca la había visto comer así. 

Una noche sale a caminar- Bajo mis pies la espesa capa de hojas, y más abajo la tierra húmeda, olorosa a ese fermento saludable tan cercano sin embargo a la putrefacción.  

Ahí tropieza con las siluetas fajantes de la empleada y de su novio. 

Páginas después, conforme avanzan – paso a paso en el verano-, la protagonista se queda desnuda por horas sobre la cama, lo que anuncia el final de la historia, tan sorprendente. 

¿Les gustan el frío o el calor?

*Samuel Parra

  • Escritor, Ensayista y Promotor Cultural. Ha publicado ocho libros. Sus obras han sido premiadas en La India, Colombia, Perú, Chile y Estados Unidos.  
  • En el 2022 fue nombrado Embajador Cultural por la municipalidad de Margarita Bolívar, en Colombia.  
  • Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Sinaloa, Master en Literatura Mexicana Contemporáneo por la Universidad Autónoma Metropolitana.  
  • Actualmente colabora con la Universidad de Tours, en Francia y la Universidad Humboldt de Berlín, en el área de investigación académico-literaria.  
  • Forma parte del Sistema Nacional de Salas de Lectura, donde genera proyectos comunitarios para el esparcimiento de este hábito.  
  • En Tiktok, Instagram y Facebook pueden seguirlo como «Nono El Cerdito Lector», donde recomienda libros y autores, a través de un peluche que colabora con el Fondo de Cultura Económica, Brigadas para Leer en Libertad, Buscalibre.com y Librería Gandhi.  
  • Su obra literaria se concentra en los géneros de novela negra, realismo sucio, crónica y entrevista.  

Y mientras redacta estas líneas de texto, en la intimidad que ofrece una cocina económica que atiende, el autor se «esmera» en escribir cuentos para jóvenes prófugos del ácido fólico.  

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