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Y, ¿quién es este tipo? Pues el «peligroso» reggaetonero puertoriqueño responsable de que muchos mexicanos se endeuden hasta las cachas, si es que consiguen boletos para ver a su alter ego, Bad Bunny, en diciembre en el Estadio Azteca (si las variantes de la pandemia lo permiten).

Sus fans lo consideran el dios del reggaetón, al mismo tiempo que sus muchos detractores un «desafortunado accidente» en la industria musical en la era de las plataformas digitales.

Benito no sabe tocar instrumentos y menos leer partituras, y los que lo odian no se explican cómo abandonó el supermercado en donde trabajaba embolsando alimentos, para dedicarse la música.

Su álbum YHLQMDLG (Yo hago lo que me dé la gana), lo volvió el artista global número uno de Spotify, ganando de paso el Álbum latino del año.

Su más reciente trabajo El último tour del mundo debutó en el primer lugar de Billboard 200.
Ha sido un revolucionario de las redes como YouTube e Instagram.

Con quién sabe qué negras intenciones Benito también se ha metido en el terreno de las narcoseries (recientemente ha participado en Narcos México: una nueva aventura) y el perreo del conejo no para.

Sus muchos fans, que quisieran darle con la zanahoria, se diversifican cada vez más, donde coexisten feministas, machistas, la comunidad LGBT y hasta la homofobia.

Por eso les aplica un vocabulario reggaetonero adecuado, para que perreen a discreción.

Este fenómeno del reggaetón con lado andrógino pero boricua, se promueve en todo.

Lo mismo arriba en un autobús neoyorquino que en la actuación de los Premios Spotify, aquí en México, o que retando a Elton John, con lentes impensables o en el mismo Super Bowl, o recibiendo el Grammy Latino, que desde hace mucho ya no tiene credibilidad.

Por lo pronto lo del Estadio Azteca, no va a tener parangón de endeudamiento, en todos los estratos, que lo degustan a volumen de Foro Sol enardecido.
pepenavar60@gmail.com

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