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MAZATLÁN.- Connie Velarde ha demostrado que la vida te puede golpear a tal punto de sentirte destruida. Sin embargo, ella también es un claro ejemplo de que nada está perdido, que los problemas no definen tu vida sino como los resuelves, los enfrentas y sales adelante.

Su vida ha estado repleta de retos, pero esos nunca la han frenado sino que la han hecho ganar seguridad y valentía para continuar con su día a día.

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Fue madre a temprana edad de dos lindos cuatitos que fueron el regalo más hermoso que ha tenido. Su embarazo iba normal, todo marchaba como debía ser, sin problemas, hasta que un día “algo explotó” dentro de ella. Era “la fuente” y tuvo que ser internada de emergencia para realizarle una cesárea.

Foto: Karyna Sánchez

Débil, pero con el instinto maternal al tope, presentía que algo andaba mal y así fue… su hijo, al cual más tarde le llamaría Luis, presentaba parálisis cerebral. Una noticia que le trajo muchas incógnitas.

“Cuando el doctor me dice que Luisito tiene parálisis cerebral no sabía qué era, yo solo preguntaba y cómo se le va a quitar eso, en qué momento se va aliviar. En ese momento no sabes qué pensar”, expresó.

Sin entender del todo, no sabía que las palabras del médico marcarían un antes y un después en su vida. Llena de miedos, pero decidida a sacar a sus hijos adelante, comenzó con su preparación, trabajó, estudió e investigó para poder asistir a su hijo con sus terapias.

Aunque en un principio no entendía por qué a su hijo, tomó todos esos sentimientos y los convirtió en amor y dedicación. Todo parecía ir bien hasta que en su trabajo la despidieron bajo la excusa de que perdía mucho tiempo cuidando a su hijo y “salía caro el medicamento”.

Pero a Connie eso no la quebró, ella siguió picando piedra, como se dice comúnmente, y no se dio por vencida. Trabajó en todo, vendiendo ropa interior y haciendo limpieza en la casa de sus amigas, un trabajo que la enorgullece, pues de esa forma logró darle techo y comida a sus dos niños.

“Trabajé en todo, te puedo decir que hasta limpiando las casas de mis amigas y no me da vergüenza decirlo”, señaló.

Foto: Karyna Sánchez

Connie tenía dos roles; el primero ser madre de una niña completamente sana y el segundo era ser una madre especial para atender a Luisito. Un trabajo que muchas veces las personas no ven.

Ella considera que ser madre de un niño con discapacidad significa estar dispuesta a dar todo. Es estar dispuesta a escuchar malas noticias intentando que el alma no se te salga del pecho ni se te rompa en mil pedazos.

Connie también se dedicó a cuidar y proteger a su hija Katia Saharí, a la cual le inculcó los valores de amor, honestidad y respeto.

Desde muy temprana la orientó a estudiar idiomas y a estudiar lo que la convirtió en la estudiante más sobresaliente de su generación.

Actualmente Katia trabaja en San Diego, y habla tres idiomas: español, inglés y alemán.

No se rindió

Gracias a su perspicacia ella logró avanzar profesionalmente, trabajó para el DIF Mazatlán, donde creó una beca para apoyar a los niños con discapacidad.

A pesar de que ha Luisito los doctores le daban tres años de vida, el amor de madre y todos sus esfuerzos llevaron a su hijo llegar a la edad de 23 años, lamentablemente poco tiempo después falleció. Un momento muy difícil, pero entendió que su hijo ya estaba descansando.

Actualmente se desarrolla como coordinadora de la fundación Lety Coppel en Mazatlán, a través de ella sigue apoyando a quien más lo necesita.

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