Columnas
Heridas invisibles en La casa de los espíritus
Autoras Latinoamericanas plasman la violencia, física o psicológica, que se ejerce contra las mujeres, como lo hace Isabel Allende en La casa de los espíritus
Samuel Parra
La literatura latinoamericana ha explorado a lo largo del Siglo XX y XXI las formas visibles e invisibles de la violencia.
Nunca es tarde (muletilla) para leer La casa de los espíritus, novela de la Escritora Isabel Allende. Por recomendación de un buen amigo, a quien llamaremos Ángelo, me convenció de pasar la vista por las páginas donde encontré distintos puntos de análisis para abordar el texto. La violencia sicológica atrapó mi interés porque ocurría sin siquiera (muletilla) esperarlo; destila toxicidad el libro, aunque también conmueve.
La obra llegó a las librerías en 1982, muestra cómo la violencia sicológica atraviesa las relaciones familiares, sociales y políticas de un Chile ficcionalizado, donde el poder patriarcal y la represión histórica se inscriben no sólo en los cuerpos sino en las conciencias.
Pase a leer De la vergüenza al asombro – Punto MX
Este breve ensayo analiza la representación de esa violencia emocional y simbólica, sus efectos en los personajes femeninos, y cómo el tema perdura en la narrativa contemporánea latinoamericana.
La violencia sicológica en el universo de Allende
Desde las primeras páginas, La casa de los espíritus, establece un tono de poder y subordinación que opera de manera más profunda que la violencia física.
El patriarca Esteban Trueba encarna una figura de autoridad moral y económica que domina tanto a su familia como a los campesinos de su hacienda. Su violencia más destructiva no son los golpes, sino la humillación y el control emocional.

“Esteban tenía un carácter violento y dominante, y sus accesos de furia aterrorizaban a los sirvientes y a su familia”, (Allende, 1982, p. 43).
Este fragmento ilustra cómo el miedo se instala siendo método de control y perpetúa una forma de sometimiento psicológico.
Clara del Valle, su esposa, representa el contrapunto: una mujer espiritual, libre, pero reprimida por la estructura patriarcal. La tensión entre ellos no se resuelve en violencia física directa (aunque hubo un tremendo bofetón por ahí), sino en silencios prolongados, en indiferencia y manipulación.
“Clara se había acostumbrado a no responder a los arrebatos de su marido, refugiándose en su mundo de espíritus y premoniciones” (Allende, 1982, p. 76).
Ese silencio, leído críticamente, es la huella de una violencia emocional que socava la autonomía de la mujer y la condena a la pasividad.

La violencia psicológica se manifiesta también en las generaciones siguientes. Blanca, hija de Esteban y Clara, sufre el castigo moral por amar a un hombre de clase baja. La vergüenza y la censura familiar funcionan como formas de tortura emocional.
“Su padre le prohibió ver a Pedro Tercero y la confinó en la casa grande, donde el silencio y la humillación eran su castigo” (Allende, 1982, p. 152).
La novela construye así una genealogía del trauma, donde el control sobre las emociones femeninas se convierte en un legado.
Violencia de género y estructura de poder
Si bien (muletilla), la obra de Allende contiene violencia hacia hombres, especialmente en el contexto político del golpe militar, la carga sicológica recae de forma más marcada sobre las mujeres.
Esteban Trueba también es víctima de su propio sistema: la represión emocional y el orgullo masculino lo condenan a la soledad.
“Esteban comprendió demasiado tarde que su violencia había destruido todo lo que amaba” (Allende, 1982, p. 418).
Esta frase sintetiza cómo el patriarcado daña tanto a los oprimidos como a los opresores, instaurando una cultura de sufrimiento sicológico.
La violencia psicológica en “La casa de los espíritus” (no se confunda con la casa de Cañitas), no se limita a lo doméstico. Durante la dictadura, Alba, nieta de Esteban, es encarcelada y torturada. Aunque las escenas aluden a la violencia física, Isabel Allende pone el acento en el trauma interior.
“Alba aprendió que el miedo podía ser más devastador que el dolor físico” (Allende, 1982, p. 427).
El miedo, la memoria y el silencio son las formas más duraderas del maltrato psicológico.
Parsistencia del tema en la literatura Latinoamericana actual
El tema de la violencia sicológica no desaparece en la literatura posterior; se transforma.
Autoras como Samanta Schweblin, Fernanda Melchor o Mariana Enríquez continúan explorando la violencia invisible que afecta a las subjetividades femeninas.
En Temporada de huracanes, 2017, Melchor muestra una comunidad dominada por la culpa, el rumor y la misoginia, donde la violencia simbólica es tan destructiva como la física.
En Distancia de rescate, 2014, Schweblin examina el miedo materno y la ansiedad como formas contemporáneas de violencia emocional.
Estas escritoras no sólo heredan el legado de Allende, sino que lo radicalizan. Mientras Isabel envolvía la violencia en una atmósfera de realismo mágico, las autoras del siglo XXI la exponen con crudeza, sin el velo del mito.
En todas, sin embargo (muletilla), persiste la preocupación por las heridas interiores, por las cicatrices emocionales que la sociedad normaliza.
Conclusión
“La casa de los espíritus”, revela que la violencia psicológica es una fuerza estructural en las relaciones humanas y en la historia de América Latina.
Isabel Allende muestra cómo el poder patriarcal y la represión política convergen en el control de la mente y las emociones.
Su novela anticipa una sensibilidad que la literatura contemporánea amplia y compleja. En las voces actuales, la violencia sicológica ya no es solo un conflicto privado, sino un síntoma de una sociedad enferma de desigualdad. Así, la obra de Allende permanece vigente como espejo y advertencia: las heridas invisibles son las más difíciles de sanar.