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La palabra sangre tiene muchas acepciones: es linaje y herencia. También es líquido vital que corre por nuestras venas. Como sea, la sangre ha tenido una fijación en ciertos personajes históricos y es tema de cientos de historias literarias y cinematográficas. Ahora, llega una cinta sangrienta a la cartelera de cine: Morbius.

El Dr. Michael Morbius (Jared Leto), se ve flaco y ojeroso: desde niño, sufre una enfermedad que lo tiene en muletas y atado a transfusiones. El bioquímico hace un viaje a Costa Rica; de una tenebrosa cueva, surgen montones de murciélagos. Esta especie tiene una peculiaridad: su principal alimento es la sangre.

Aquí se nos cuenta la historia de origen de este personaje del universo de Marvel. Un científico e investigador, genio y altruista que, desesperado por curarse y curar a otros, decide mezclar ADN humano con el del murciélago. ¿Qué puede salir mal?

Esta película se adivina desde las primeras secuencias y tenemos un sentido de déjà vu que se convierte en un fastidio: no hay una sola sorpresa en la historia.

Y es que en la trama se coagulan los clichés: el amigo resentido pero buena onda, el interés amoroso, el protector cauteloso, el genio bien intencionado pero imprudente. Todos planos y unidimensionales: no invertimos en sus historias, porque francamente, no nos importan.

La percepción de copia calca de las peorcitas cintas de Marvel es notoria: un filme en el que se reviste a los personajes con ochenta capas de efectos especiales y pupilentes de Halloween. Puro oropel que deja vacía la historia. Y si le apuestan a las secuencias de acción, tampoco se hagan ilusiones. Hasta bostezos hubo en la sala.

En suma, esta cinta tiene la sangre pesada. Es sólo para los fans de hueso colorado yo, me la saltaba.

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