Columnas
Narrar el poder: violencia de Estado, género y espectáculo en La noche de las reinas
Con lenguaje preciso, fluido, sin concesiones Vicente Alonso presenta La noche de las reinas, un retrato de Mazatlán, de México y el mundo a finales del siglo pasado
Samuel Parra*
Vicente Alfonso retrata con pulso certero la guerra sucia en México de finales de los setenta del Siglo XX, donde el Estado no solo se ensañó con guerrilleros, sino con mujeres, estudiantes y pueblos indígenas.
La estructura en 24 capítulos, con una cadencia temporal calculada, permite que la presión represiva se perciba casi en tiempo real.
El Gobernador Higareda encarna el autoritarismo: dispuesto a torturar, desaparecer y asesinar para conservar su control feudal y la imagen oficial.
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Es significativo cómo el personaje de Irene Aguilar, víctima doble, como hija de guerrillero y mujer abusada, simboliza la opresión tanto política como de género. El régimen no solo silencia la insurgencia sino que coarta las aspiraciones de justicia, haciendo de cada mujer su rehén moral y biológica.
Aunque no es un conflicto central, la novela insinúa las presiones internacionales: el certamen Miss Universo, televisado mundialmente, es usado por el régimen como faro de legitimidad en tiempos de vacilación geopolítica.
La representación de Sudáfrica, el reproche global al apartheid, y la tensión implícita con el Estado mexicano evidencian la pugna entre el “soft power” mediático y el control militar encubierto en una tensión que resuena, aunque subterráneamente, con la política exterior de Estados Unidos, que observaba de cerca cada estallido de violencia en América Latina.
El concurso de 1978, vacuamente festivo, se reviste de una fría coreografía del poder: las reinas se transforman en meros signos de imagen nacional mientras padecen agendas extenuantes, acoso político y desequilibrios raciales.
Tiene el tono es el de una comedia negra: la frivolidad superficial es espejo y contrapunto de una violencia latente, y el lector percibe ese contraste con la frialdad clínica de la prosa.
Mazatlán, más que un paisaje, un protagonista
El autor no solo sitúa la acción en Mazatlán: lo convierte en un personaje polifónico. El puerto aparece en la narración con su aroma salino, su arquitectura colonial, las tensiones sociales y los murmullos de carnaval.
No es escenario, es presencia: la ciudad refleja el orgullo turístico, el miedo social y la historia sangrienta que subyace. El autor rescata memorias silenciadas, mujeres que han luchado contra muchos tipos de violencia. Remata su microcosmos de la costa y su gente, lo que dota a la novela de profundidad estética y ética.
La noche de las reinas, su lenguaje
Desde una perspectiva hermenéutica, la novela se desmarca del panfleto. Su lenguaje preciso, fluido, sin concesiones, huye del moralismo, y deja que aflore la tensión política mediante acciones y escenas (no juicios explícitos) con ritmo trepidante.
Su estructura coral (cuatro voces narrativas) multiplica la mirada sobre la represión, el fanatismo y la manipulación simbólica. Su tono, a medio camino entre el thriller y la comedia negra, traza una dialéctica entre la frivolidad mediática y la violencia estatal, evocando la lectura de la historia desde abajo.
En términos de crítica literaria, podríamos situarla en línea con la narrativa de memoria histórica latinoamericana, pero renovada: no recurre a reconstrucciones costumbristas, sino a la forma breve y condensada, donde cada hora (cada capítulo) cifra una inflexión vital y política.
Es una obra que dialoga con la tradición testimonial y con la novela de poder, heredera de Arguedas y Regis Debray, pero sin dejar de ser moderna.
Un homenaje al territorio
Vicente Alfonso se erige como un narrador de la memoria oculta, capaz de conjugar lo local y lo global.
Al presentar la represión gubernamental, la presión internacional, el circo del poder y la presencia viva de Mazatlán, logra transformaciones estilísticas y simbólicas: convierte un puerto costero en testigo, víctima y protagonista de su propia historia.
Su mérito es haber insuflado alma histórica a una ciudad de concreto y azulejo; de haber hecho de Mazatlán no sólo un espacio, sino un cuerpo que respira, sangra y resiste.
Eso, en el fondo, hace de La noche de las reinas una novela tan erudita como emotiva: un estudio crítico del poder, una elegía de resistencias y, finalmente, un homenaje al territorio que lo moldeó.
La noche de las reinas reafirma a Vicente Alfonso como un autor de poética personal y compromiso político, un novelista que artísticamente hace de Mazatlán no solo un lugar, sino un personaje vivo y hablante.
Un logro literario que convoca a la memoria colectiva, reclama justicia simbólica y brilla con voz propia.
PD. No te digo cómo comienza la novela porque se arruina la trama pero asesinan a un pesado de Sinaloa.
*Samuel Parra
- Escritor, Ensayista y Promotor Cultural. Ha publicado ocho libros. Sus obras han sido premiadas en La India, Colombia, Perú, Chile y Estados Unidos.
- En el 2022 fue nombrado Embajador Cultural por la municipalidad de Margarita Bolívar, en Colombia.
- Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Sinaloa, Master en Literatura Mexicana Contemporáneo por la Universidad Autónoma Metropolitana.
- Actualmente colabora con la Universidad de Tours, en Francia y la Universidad Humboldt de Berlín, en el área de investigación académico-literaria.
- Forma parte del Sistema Nacional de Salas de Lectura, donde genera proyectos comunitarios para el esparcimiento de este hábito.
- En Tiktok, Instagram y Facebook pueden seguirlo como «Nono El Cerdito Lector», donde recomienda libros y autores, a través de un peluche que colabora con el Fondo de Cultura Económica, Brigadas para Leer en Libertad, Buscalibre.com y Librería Gandhi.
- Su obra literaria se concentra en los géneros de novela negra, realismo sucio, crónica y entrevista.
Y mientras redacta estas líneas de texto, en la intimidad que ofrece una cocina económica que atiende, el autor se «esmera» en escribir cuentos para jóvenes prófugos del ácido fólico.