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MALAS INFLIENCIAS

¿Te impactó Adolescencia? Pues Malas Influencias: el lado oscuro de las redes sociales también te hará reflexionar. 

Y es que esta miniserie de Netflix, expone un tema que está en el pensamiento de todos, pero no había sido expuesto públicamente de manera tan perturbadora: la explotación de la infancia en las redes sociales, en ocasiones por sus propios padres. 

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Malas influencias alcanzó el primer puesto de visualizaciones en la plataforma, apenas 24 horas después de su estreno y desplazó a la ya consolidada Adolescencia como la producción más vista.  

La serie se centra en una figura que bien podría parecer sacada de la ficción pero que responde a una realidad ampliamente documentada: Tiffany Smith, una madre que se obsesiona con convertir a su hija, Piper Rockelle, en una estrella dentro del universo de YouTube. 

Adolescencia abrió el debate sobre el vínculo entre juventud y redes sociales, pero Malas influencias lo lleva más lejos, al exponer la explotación de menores en la industria digital del entretenimiento 

El sueño de fama y éxito digital muta rápidamente en una dinámica opresiva, marcada por la manipulación adulta, la presión psicológica sobre la menor y una investigación federal que revela el costado más perturbador del mundo de los influencers infantiles. 

La trama, más allá de su potencia narrativa, traza un recorrido incisivo por una problemática creciente: el uso de la imagen de niños y niñas como producto de consumo digital, y el papel de los padres como gestores de esa exposición. 

https://www.youtube.com/watch?v=BxI7_YDhslQ&t=136s

Drama, intriga y crítica social

La serie logra articular drama, intriga y crítica social en un formato que obliga a la audiencia a detenerse a pensar en el modelo de crianza que impone el siglo XXI.  

Con un tratamiento audiovisual que combina material documental, entrevistas y reconstrucciones, Malas influencias no se limita a contar una historia individual, sino que visibiliza ese patrón. 

La serie deja al descubierto los peligros psicológicos de la sobreexposición, la pérdida de límites entre la vida privada y el espectáculo, y la presión por mantener una imagen de éxito desde edades tempranas. 

Desbanca Malas influencias a Adolescencia 

Las cifras hablan por sí solas. En su primera semana, Malas influencias acumuló 9.8 millones de visualizaciones, superando los 9.7 millones de Adolescencia, una serie que hasta entonces había liderado el ranking global durante un mes. 

El éxito no se debe solo a la curiosidad por un nuevo caso mediático, sino a la capacidad de la miniserie de encender un debate profundo sobre los límites éticos de la crianza en tiempos de algoritmos y monetización digital. 

¿Juego o trabajo? 

Lejos de centrarse únicamente en los vínculos familiares, la producción se configura como una crítica mordaz al ecosistema de las redes sociales, donde el algoritmo recompensa la constancia, el contenido impactante y la hiper presencia. 

Ello, sin distinción de edad ni contemplación del bienestar emocional de quienes aparecen en pantalla. 

Tiffany Smith, la figura adulta de la historia, encarna una forma contemporánea de ambición: la de madres y padres que visualizan la fama digital de sus hijos como una extensión de su propio deseo de reconocimiento. 

La serie desvela la delgada línea entre juego, trabajo y marketing en el universo de niños influencers. 

En ese proceso, se borran los límites entre el juego y el trabajo, entre la infancia y el marketing, hasta llegar a escenarios de manipulación y abuso que, en el caso de esta serie, derivan en una investigación del FBI. 

El daño psicológico, la presión por mantener una imagen perfecta, el miedo al fracaso y la disolución de la intimidad son solo algunas de las consecuencias que se visibilizan en la producción. 

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