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CIUDAD DE MÉXICO.- La competencia entre China y Estados Unidos ha escalado más allá de los aranceles o la diplomacia. Hoy, ambos países protagonizan una disputa por el liderazgo económico, tecnológico y geopolítico global. 

Durante años, la relación bilateral se basó en una mutua dependencia: Washington abrió sus mercados y Beijing ofreció mano de obra barata y atrajo inversión extranjera. Aunque desigual, esta dinámica impulsó el crecimiento mundial. 

Pero con el avance chino, la Casa Blanca dejó de considerar a Beijing como socio estratégico. En 2017, Donald Trump inició una guerra comercial, acusando a China de prácticas desleales e imponiendo aranceles por más de 300 mil millones de dólares. Beijing respondió gravando productos estadounidenses clave. 

En 2020, ambos países firmaron un acuerdo parcial, pero temas centrales como propiedad intelectual y subsidios quedaron sin resolver.  

Con Joe Biden, se esperaban cambios, pero los aranceles continuaron y se adoptó una competencia estratégica sin escalar tensiones. 

Para 2024, aunque el comercio bilateral seguía alto, las empresas comenzaron a diversificar su producción hacia Vietnam, India y México. Ya no existe la cercanía económica de años anteriores. 

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En su segundo mandato, Trump elevó los aranceles a productos chinos hasta un 145%, excluyendo ciertos bienes tecnológicos. En respuesta, Xi Jinping impuso aranceles de hasta 125%, con vigencia desde el 12 de abril. 

Los mercados financieros reaccionan con nerviosismo. El conflicto, lejos de resolverse, podría profundizar su impacto en la economía global. 

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