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La Capilla del Diablo San Ignacio Leyenda

MAZATLÁN. – Cada municipio en Sinaloa cuenta con leyendas inimaginables, que, con el tiempo, ya no se sabe si son reales o simplemente un mito que se quedó para siempre entre sus habitantes, pero por si sí o por si no, la gente les guarda respeto.  

San Ignacio es uno de esos lugares en donde se mantiene viva una historia que ha corrido de generación en generación, la leyenda de la Capilla del Diablo, un lugar vigente, en la cima de un cerro al que solo los amantes del senderismo o los traviesos llegan.  

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La leyenda data de 1840, cuando don Bernardo Escobosa llegó a San Ignacio, un comerciante que trajo consigo telas, espejos, perfumes y mucha mercancía de alto costo, con la ilusión de hacerse rico en el pueblo con su vendimia.  

Tanta era su ambición por el dinero y ser la persona más rica de San Ignacio que, cuentan los que saben, le ofreció su alma al diablo y al ser concedida su petición, pasó a ser la persona más rica y poderosa, y caminaba entre las calles presumiendo sus lujos y tierras.  

Nadie supo de donde llegó aquel rumor del origen de la fortuna de don Bernardo, no sólo de su trabajo como comerciante ambulante, sino de su ambición desmedida de tener cada vez más.  

Entre estos rumores, la gente platicaba que lo veían cómo se aparecía, de la nada, a altas horas de la noche, cabalgando un brioso caballo negro y cómo desaparecía entre la bruma de los callejones, dejando en la profundidad del silencio el traqueteo de las pezuñas de aquel diabólico animal. 

Pero, como en toda leyenda, vender el alma al diablo por dinero trae graves consecuencias y hay varias versiones respecto a lo que le ocurrió a don Bernardo.  

Una versión de la leyenda cuenta que, cuando fallece, sus familiares lo llevaban a enterrar al panteón del pueblo, pero antes de llegar, un viento fuerte movía tanto el féretro que lo arrojó en la cima del cerro donde ahora se encuentra la capilla.  

El terror del momento se sembró en sus familiares, quienes recordaron lo que se decía sobre él y optaron por no mover el ataúd, dejarlo ahí y en su lugar construir una capilla sobre él para protegerlo. 

La otra versión narra que, don Bernardo, aterrado por las consecuencias de su trato con el diablo, decidió construir la capilla en medio del cerro, para que cuando él muriera pudiera descansar ahí y que el demonio no lo encontrara.

¿Con cuál versión te quedas? 

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