contacto@punto.mx

MAZATLÁN. – El tiempo pasa, pero hay huellas imborrables en la mente de los mazatlecos, como el sonido de la locomotora cada vez que cruza sobre la avenida Santa Rosa y que recuerda aquel 31 de mayo de 1996, cuando todo dio un giro radical para muchas familias mazatlecas y que dejó un profundo dolor que todavía no sana, pues la herida sigue abierta a 26 años del trenazo. 

En la memoria de las personas vuelve ese accidente que marcó a toda una generación, como resultado del exceso de velocidad y la imprudencia del chofer que conducía un camión de transporte público, el cual ocasionó una de las tragedias que más ha cimbrado a la localidad. 

Una unidad de la Alianza de Camiones, con la numeración 1000 en la parte de atrás, manejada con exceso de velocidad, sobrecupo, sonido alto, que se sumó a la imprudencia del chofer, y trajo daños irreparables. 

Aquel camión cruzó las vías del ferrocarril y fue impactado y arrollado por más de 200 metros por el tren de carga que pasaba a una velocidad entre 50 y 70 kilómetros por hora, una máquina de 180 toneladas, con tres vagones del mismo peso, en un tramo de 35 metros, imposible de detener.  

De los 42 pasajeros, 33 fallecieron y 14 lograron sobrevivir en aquella oscura noche, en la que los hospitales se saturaron y la emblemática cancha Germán Evers, se convirtió en el epicentro para recibir los cadáveres de hombres, mujeres y niños. 

A 26 años de los hechos, Punto MX se dio a la tarea de platicar con tres personas que vivieron este triste momento desde ángulos diferentes, pero que estuvieron muy de cerca en la escena: Manuel Meza Tirado, sobreviviente; Teresa Bonilla, reportera gráfica, y Eloy Ruiz Gastélum, actual coordinador de Protección Civil, quien, como bombero voluntario de Cruz Roja en esas fechas, acudió a socorrer a las personas lesionadas.  

Manuel Alberto Meza, sobreviviente 

Uno de los sobrevivientes del trágico momento fue Manuel Alberto Meza Tirado, quien tiene ahora 56 años de edad, él recuerda aquel día que marcó su vida con un antes y un después. 

Tenía apenas 30 años de edad, ese día salió de su casa a trabajar como cualquier otro día, sin saber que más adelante experimentaría uno de los momentos más difíciles de su vida, que marcaría de manera radical hasta su modo de pensar. 

Meza Tirado ya era padre de familia, recuerda que esa noche se subió al camión después de la 21:00 horas en el centro de la ciudad para trasladarse a su casa con domicilio en el Infonavit Jabalíes; se sentó adelante, en la parte izquierda de la unidad, pero a la altura de la UAS, cedió su lugar a una persona mayor, volvería a ocupar un asiento en el medio del camión, del mismo costado izquierdo. 

Señaló que se sentó pegado a la ventana y entre sus recuerdos, recuerda que subían y bajaban personas, desde ahí alcanzaba a ver al chofer que venía platicando con alguien que bajó en la calle Robles Quintero, a unos 100 metros de las vías. Esa sería la última parada, ya que el conductor decidió subir el volumen de la música, sin saber que adelante los esperaba una desgracia.  

“En ese momento, voy sentado en un camión lleno de personas, de repente se escuchan gritos, yo iba sentado, no tenía la dimensión que el tren estaba cerca, volteo y lo último que veo es una luz intensa, pierdo prácticamente el conocimiento, al abrir los ojos veo oscuridad, no ubico donde estoy, veo paramédicos, gente de seguridad, empieza una serie de preguntas, pero no sabía dónde estaba”, comenta Meza Tirado. 

Manuel, con una mirada triste y perdida, al recordar el momento, pero con una voz firme, cuenta que aquel golpe abrió un boquete de lado izquierdo donde venía, él salió disparado alrededor de 30 a 40 metros para caer en las piedras que le produjeron severos golpes, para su suerte, dice, fue al primero que recogieron y trasladaron al Seguro Social. 

El impacto le trajo consecuencias importantes, tantos golpes internos y de la mano que tuvo que recibir una operación de urgencia en el estómago, para lograr salvar su vida, pero el golpe más “mortal” fue el psicológico, el enfrentar la realidad al tiempo de lo sucedido, ya que tenía que pasar todos los días el cruce cuando salía o regresaba a su casa. 

Al principio era complicado pasar por el lugar, el choque no era fácil de sobrepasar, había sido un hecho que marcó profundamente su vida, y que fue poco a poco como logró salir adelante de este duro trauma.  

“Cuando vives una situación de esta naturaleza, vas armando rompecabezas cuando llegan las visitas y te dicen te salvaste de milagro, es difícil, uno no acepta, cuando estás al borde de la muerte empiezas a reaccionar; al principio, no pasaba por la avenida Santa Rosa, pero un día me tuve que preparar y confronté ese momento, hice una reflexión, perdí el miedo y la tomé como una ruta ordinaria, pero de que hay secuelas las hay”, expresó.   

Era un joven de 30 años, vivía a prisa, le gustaban las fiestas, convivir con la familia, pero esa noche cambió todo, hubo un antes y un después; de todo lo malo, llegó el aprendizaje más importante de su vida: comenzaría a darle valor a cada detalle de la vida. 

Tras 26 años de los hechos, Manuel Meza comenta que tan pronto se logró recuperar de ese momento, inició con una lucha social para mejorar el lugar, se logró pavimentar la avenida Santa Rosa, la cual se hizo a dos carriles, así como la instalación de las plumas de seguridad, una caseta de Seguridad Pública, que permitió cambiar el entorno del Infonavit Jabalíes.  

Capturando el hecho, por Teresita Bonilla 

Una de las personas que vivió el trenazo de otro ángulo fue la fotógrafa del Periódico El Sol del Pacífico, María Teresa Bonilla Gárate, en aquel tiempo era fotógrafa de la sección policíaca, algo muy poco común en el medio en aquellos años: una mujer cubriendo la nota roja, aquel día todo fue extraño desde temprano. 

Era viernes 31 de mayo de 1996. Teresita Bonilla, como la conocen en el medio, relata que llegó a su casa editorial al cinco para las cinco de la mañana pues tenía una cobertura fuera del puerto, pero por obra de la vida se canceló y ya estando ahí se quedó a cubrir su jornada laboral, misma que culminaba hasta la madrugada, pues tenía la famosa guardia. 

El día transcurría normal. Ya por la noche, Teresita fue a tomar café a la casa de una amiga de la colonia Lázaro Cárdenas, a unas calles del periódico. Para cuando decide volver, todo mundo la buscaba. 

“Me gritaron: ‘Teresita, recibimos una llamada de un accidente, es un trenazo’, luego me subí a la camioneta, pasé por la 20 de Noviembre y había fiestas en toda la avenida sin saber ellos lo que había sucedido adelante, el chofer hizo diez minutos y al llegar fue impactante mirar cuerpos por toda la vía, había gente en pedazos”, relató. 

Teresita fue la primera en llegar a la escena, y sabía que debía recabar el mayor número de gráficas para llevarlas al diario, la primicia era la prioridad en ese momento.  

La fotógrafa con más de 20 años de carrera en el medio, recuerda muy bien que en el lugar había una mujer que gritaba su nombre, era una señora a la que había fotografiado una semana antes, pero no podía ayudarla, las indicaciones eran no mover a ninguna persona.  

“Fue fuerte el momento, pero te acostumbras, te haces a la idea que es tu trabajo, así se esté cayendo el mundo, yo me dediqué a tomar fotos antes de que me ganaran, fui la primera que llegué a las vías”, resaltó.  

El periódico ya impreso y la Redacción estaba vuelta loca, cuenta Bonilla Gárate, en ese momento se tuvo que realizar un suplemento extra que se anexó.   

Bonilla Gárate, con voz entre cortada, recuerda que el chofer del director de Seguridad Pública de la época, le preguntó si entre las personas estaba su hija. 

“Me afectó algo, después de vivir esa escena, mira, me dolía mucho la hija de Javier, chofer del Secretario, la muchacha era estudiosa, la conocía de niña, eso dolía mucho, duré días pensando en ella, decían que se aparecía en un taxi, pero no es verdad, yo conozco a la familia y nunca ha ido ningún taxista a preguntar a la casa”, indicó. 

Los más desgarrador que recuerda la fotógrafa fue al día siguiente, en la cancha Germán Evers, donde familias enteras llegaban para reconocer a sus familiares. Esa escena doblaba hasta el corazón más duro. 

Comentó que lo que sí le ha tocado vivir es un día que tomó un taxi y alrededor de la 01:00 de la madrugada pasó por las vías del tren y se escuchaban muchos lamentos. 

El joven Eloy salvando vidas 

El actual coordinador de Protección Civil Municipal, Eloy Ruiz Gastélum, recordó aquel momento triste, que dejó un sabor agridulce y una tristeza profunda entre los mazatlecos ya que en ese terrible accidente perdió la vida un gran amigo de él. En lo que pintaba para ser una noche de fiesta, baile y diversión, culminó siendo una pesadilla  

En ese tiempo, Ruiz Gastélum era un joven de apenas 17 años, era socorrista de la Cruz Roja, y después de su jornada, él y unos amigos de la corporación habían decidido ir a bailar a lo que era en su momento el antro del Mundo Bananas, en la Zona Dorada. Ahí esperaban a un amigo y aunque pasaron las horas, esa persona no llegó a la cita. 

“Tengo bien presente que llegó una Unidad de la Policía Municipal de aquel momento preguntando por nosotros, salió un compañero y rápidamente regresó corriendo y dijo en repetidas veces ‘nos tenemos que ir, nos tenemos que ir’, fue en el trayecto al lugar cuando nos enteramos del suceso”, recordó Ruiz Gastélum.  

Al llegar, nos quedamos en shock al ver todo lo que había ocurrido, estaba personal de Bomberos, Cruz Roja, Ejército y otras instituciones, todos tratando de ayudar a las personas. 

“Ese día habíamos perdido a un gran amigo, por eso nunca llegó al festejo, nosotros no sabíamos de su fallecimiento, fue hasta la madrugada”, recuerda Eloy. 

Con el corazón roto por la pérdida de aquel amigo, el trabajo tenía que continuar, seguir ayudando a las personas, pero el momento más crítico vendría horas más tarde en la cancha Germán Evers, que sirvió como punto de encuentro para identificar a los fallecidos. 

La cancha era el centro de recolección de personas sin vida, ahí se tenía que clasificar a los muertos en hombres, niños y mujeres. 

“Afuera de la Germán Evers llegaban las familias, fueron tantas las personas que perdieron la vida, recibimos el reclamo, llantos, fueron momentos muy complicados para todos los mazatlecos”, añadió. 

“Aquella noche del 31 de mayo donde falleció mi amigo, también murió su hermana”, relató el coordinador de PC en Mazatlán con una mirada perdida, como si reviviera aquel momento de tristeza, angustia, lamento y sentimientos encontrados de una noche oscura, una fecha imborrable y que todavía pega en los corazones de las familias mazatlecas. 

Descarga gratis nuestra App

Download on the App Store    Disponible en Google Play