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MAZATLÁN.- En la vida hay quien nace con las puertas abiertas y otros que tienen que empezar desde abajo para conseguir tocar la gloria a base de esfuerzo, dedicación, sacrifico, voluntad y muchos otros ingredientes, así fue el caminar de Gilberto de Jesús Ramírez Sánchez, un joven que nació en un barrio bravo de Mazatlán y que a base de mágicos momentos logró salir adelante. 

En entrevista exclusiva para Punto MX, el campeón pugilista se abrió para charlar de su caminar por esta mágica caja de sorpresas llamada vida, de los momentos duros que tuvo en su andar para lograr ser lo que hoy en día es ante los ojos del mundo entero “El Zurdo” Ramírez. 

Gilberto se encuentra sentado en un sillón para él solo, en un cuarto adaptado para crear producciones en video, con un telón rojo y luces cálidas que le da profundidad a su rostro treintañero. El Zurdo empieza hablando sobre las mágicas aventuras que vivió en su infancia desde las entrañas de la colonia donde creció, con su gente, su familia. Todo lo tiene fresco en su cabeza. Le trae sentimientos encontrados recordar los pasos que daba entre la tierra de su barrio, sin dinero en la bolsa y con mucha hambre de salir adelante. 

Foto: Karyna Sánchez

El destino le tenía algo bueno al campeón, pero antes tenía que dar un buen danzón acompañado de unos trucos de magia para sobresalir en el barrio de la popular Genaro Estrada, donde se nace a la ley de los guamazos.   

“Mi infancia fue muy bonita, pero muy dura, vengo de una familia humilde, carecimos un poco, pero fue algo muy bonito, toda esa infancia me ayudó a salir adelante. Desde los 8 años tuve un sueño, ser alguien en la vida y ser exitoso”, dijo Ramírez Sánchez.  

Caminar entre juegos, risas y carencias era el pan de cada día para el pugilista mazatleco. La falta de dinero era notoria, la pobreza era una realidad, pese a que sus padres trabajaban de sol a sol, tuvo que meterse también a chambear, como dice él, para ganarse unos buenos pesos. 

Fue a los 12 años que comenzaría a trabajar para tener sus primeras monedas en el bolsillo, y así poderse comprar unos dulces o unas buenas papas y con eso saciar el hambre que tenía. El primer trabajo que recuerda con mucho sentimiento fue peón de albañil, y entre sacos de cemento y varillas daba sus primeros movimientos en esta lucha llamada vida.   

Gilberto quería pasar más tiempo con su madre, Patricia Sánchez, por eso se fue de paquetero donde su jefa, como le suele decir, laboraba como cajera. Ahí no era tanto el dinero que ganaba sino más bien pasar tiempo con su gran amor, su madre.  

“Trabajaba hasta dos turnos para estar cerca de mi mamá, también fui mecánico, eléctrico, lo que sea para contar con unos pesos”, relató. 

El estudio no era su fuerte, y entre risas recuerda la época de secundaria, donde tenía que tomar decisiones, o pagaba la escuela o compraba algo en la tienda, y él trabajaba para comprarse lo que mejor le parecía en esos tiempos, así que comer siempre fue su mejor opción.   

Llegó un momento donde los lamentos no se hicieron esperar y se preguntaba como cualquier otro joven de clase baja, “¿por qué nací sin dinero?”, pero eso a la postre lo haría ser lo que es hoy en día, un luchador profesional de clase mundial. 

Al Zurdo empieza a hacerle gracia su pasado, en medio de la entrevista sonríe, pese a mostrar en un principio un semblante serio, y dice entre risas, “Era cholo, llegué a ser cholo”. Luego se carcajea, suspira y continúa la plática diciendo que en aquellos tiempos todavía eran “tiros derechos”. 

“Fueron los primeros tiros que me pegué en la Genaro Estrada, después se hicieron las bolitas, cuadra contra cuadra”, dice, y se nos viene a la mente algo así como el Club de la Pelea. 

“De tiros derechos en bola, creció todo, se usaron navajas y hasta pistola. Fue difícil salir de la Genaro Estrada”, comentó y siguió, “Pero dime, ¿qué es fácil en la vida, amigos? Me quedan pocos conocidos, algunos están muertos, otros en la cárcel y otros de plano perdidos en las drogas, es triste en vedad”, relató con voz medio cortada.  

Sus primeros movimientos de boxeador 

Vivir del pugilismo no es nada sencillo, además de los golpes que te da la vida, también hay que soportar los duros golpes en el cuerpo y en el ego de él mismo; recuerda que tenía que pagar derecho de piso como cualquier chavo que llega al gimnasio, se pone los guantes y se sube al ring.  

Sus primeros pasos en el amateur le enseñaron que, si quería tocar el cielo, tendría que sudar duro, sangrar un poco, resistir y probar el sabor de la derrota antes de probar las mieles del éxito dentro de este deporte y así fue el inicio del “Zurdo” de oro, perdió sus primeros ocho combates a nivel amateur, donde recibió duras palizas. 

“Fue difícil todo porque inicié perdiendo mis primeras ocho peleas, pero me gusta ser aferrado y dije ‘tengo que ganar’, mi papá me decía ‘retírate nomás vas a que te peguen’, y eso me daba más en mi ego, y dije, ‘yo ya no voy a perder’, volví y no volví a conocer la derrota”, destacó.  

Foto: Karyna Sánchez

Durante ese caminar boxístico vendría una oportunidad que cualquier deportista sueña: vivir unos Juegos Olímpicos y representar a México. Lo más difícil ya lo tenía en sus manos, el boleto a París 2012, pero Gilberto no era cualquier persona, sus ambiciones eran mayores y más porque él seguía teniendo hambre, aquella que tuvo en su infancia: necesitaba comer y sabía que de palabras bonitas no se alimentaba la panza.  

“El deporte no te apoyaba en ese momento y yo tenía que trabajar, califiqué en 2012 a París, pero yo tenía que pagar mis gastos, entonces dije ‘¿es viable eso? yo tengo que comer’, y no le iba a pegar mordidas a una medalla, ocupaba dinero”, expresó. 

No se arrepiente de haber desistido de una medalla Olímpica, que sabe, iba a ganar, y también sabe que la vida como el deporte es de tomar decisiones y no retroceder, es como cuando está en sus combates, fiel a su estilo, todo para adelante.

El tiempo le daría una recompensa, después de que en el 2012 decidió irse a ganar dinero dentro del profesionalismo, los primeros pasos de baile arriba del ring en Las Vegas, conocerían al niño cholo de la Genaro Estrada, que salió del “infierno” para conocer los grandes escenarios del pugilismo profesional. 

“Sinceramente era un sueño el pelear en Las Vegas, conocer boxeadores de talla mundial; en un principio dije: ‘14 peleas y me retiro’, pero llega un momento donde vencí a Porky Medina, dije ‘puedo algo’, aparte me pagaron más o menos, me empezó a gustar más el negocio, había dinero, me entiendes, ¿verdad?”, señala. 

Después vendría su primera pelea en televisión y ahí el pago sería de 100 mil pesos, mucho dinero para un niño que en su infancia había carecido bastante.

“Recibí el dinero y dije: ‘caramba, aquí hay billete, vale la pena estar aquí’”, afirmó. 

La pelea de su vida llegaría años después, en el 2016 para ser exactos, en un escenario de primer nivel, el tiro por el Campeonato del Mundo en las 168 libras del cinturón del OMB, enfrente tenía un alemán, Arthur Abraham, nada fácil para el niño de Mazatlán. 

Lo que en su momento no conocía el mundo del boxeo, es que Gilberto no era cualquier peleador, era un chamaco que creció en un barrio difícil, lleno de carencias y que sus primeros combates complicados fueron para traer dinero en la bolsa. 

Ramírez Sánchez tenía presente su pasado y el hambre de tocar la cúspide, el momento que tanto había añorado, lo tenía en frente de él, no importaba el rival, el objetivo era claro: vencerlo para ser el rey de su división. 

“Fue un sueño esa noche, desde la cartelera, en donde me encontraba con Tim Bradley y Manny Pacquiao, ¡Qué locura! Salgo al pasillo del ring, sale primero el campeón, después yo, y sí, era un poco intimidante el estar ahí, pero la emoción de ver tanta gente era hermoso, se me puso la piel chinita de la emoción”, agregó. 

Aquel sábado 9 de abril del 2016 lo recuerda muy bien, el muchacho flaco que corría por el malecón de Mazatlán estaba ante su gran oportunidad, la cual no dejaría escapar, al mostrar su pegada imponente, su gran movimiento de piernas como si fuera un bailarín nato, dando cátedra de boxeo. 

Gilberto Ramírez lograría hacer historia al convertirse aquella noche en el primer campeón mexicano en las 168 libras, en el MGM de Las Vegas, Nevada, donde los jueces le dieron el triunfo con calificaciones de 120-108 en las tres cartulinas.  

Éxtasis total, Ramírez dejaba su marca impecable de (34-0 con 24 KO´s), nadie se acordaba de sus caídas en el amateur, era un día de fiesta para todos en el boxeo azteca, pero para el Zurdo fue como sentir que tocaba el cielo. 

Un gancho al hígado

Al llegar el dinero, la fama y el título, llegaría también la etapa más complicada para el campeón, pues de la noche a la mañana, un golpe lo puso en lo más alto, de no ser nadie, ya era famoso, tenía dinero en sus bolsillos para comprarse lo que quisiera, algo que lo mareó por completo, llegó a creer que era el rey del mundo, lo cual le costaría muy caro. 

El campeón se subió al ladrillo y perdió el piso, el rumbo de sus objetivos, la fama lo volvió “loco”, se alejó de su familia, llegaron los falsos amigos, tocaron su puerta y él los dejó pasar olvidándose de sus orígenes, se había olvidado del barrio y de todo, eso le trajo problemas en su vida.  

“No tenía los pies en la tierra, la fama me mareó, la verdad, llegó con ella la depresión, el estrés, fue algo difícil ese tiempo, en verdad, no sabía qué rumbo tomaba, pero el destino me puso a mi psicoanalista, y vendría otra pelea que enfrentar, fue un proceso muy largo, lleno de lucha”, subrayó. 

Mientras pasaba todo esto, la gente le seguía preguntando quién era su mayor rival, y él decía ‘todos son buenos, todos tiran golpes’, pero él tenía claro que en ese momento su mayor rival era él mismo, tenía una pelea que sacar adelante. 

“Llegó el momento que me sentía que no valía nada, solamente me movía pelear por dinero, pero el trabajo con mi psicoanalista me hizo entender el amor al boxeo, me ayudó mucho, puso todo en orden, hizo que encontrara el amor por este deporte y el dinero llegaría solo.  

“Después vino la operación de mi mano derecha, duré un año sin pelear, la depresión tocó mi puerta y todo se juntó, pero la doctora no me dejó, me ayudó de nuevo a poner mi vida en orden, me alejé de gente que no necesitaba en mi vida y fue algo maravilloso”, puntualizó. 

Foto: Karyna Sánchez

Escapó del nocaut

Tras el título del 2016 y ya con los pies en la tierra, volvieron las ambiciones, su peso no era suficiente, ya había vencido a lo mejor de ese condado, se tenía que poner nuevos retos, oponentes de mejor pegada y llegó la hora de cambiar de aires: una división más pesada.  

La hora de enfrentar a los mejores en los semipesado llegaría para el púgil mazatleco.

“Ahorita estoy bien en verdad, estoy muy fuerte, entero, y en este peso es de mucho poder, es algo que me gusta y es una división difícil, pero soy un hombre de retos y esto me gusta”, agregó.  

El pasado 14 de mayo demostró una vez más el hambre que tiene por sentir la gloria, al dar una pelea por nota desde el Toyota Arena, de Ontario, California, al dominar a placer a su oponente el alemán Dominic Boesel.  

Próximos retos 

Con una marca impresionante de (44-0, 29 KO´s), el Zurdo Ramírez tiene metas a corto, mediano y largo plazo como tener títulos, volver a ser campeón del mundo y de paso unificar títulos, después subir al peso crucero, ganarlo y con el pasar de los años, convertirse en una leyenda del boxeo mexicano. 

“Quiero lograr ser leyenda, conquistar cinco divisiones diferentes, ser un referente de este deporte para las nuevas generaciones. Ahorita Dimitry Bivol es la prioridad, Saúl Álvarez es un buen peleador, pero el único mexicano que las puede en este peso soy yo”, resaltó. 

Las otras peleas

El deportista porteño busca darle un poco de luz a su querida colonia Genaro Estrada, ayudar a los pequeños del barrio que salgan adelante a través del deporte, busquen caminos de éxitos y no se vayan por malos pasos.  

Gilberto Ramírez fundó su propio gimnasio de boxeo, el cual lleva por nombre Zurdo Promotions, con el que empuja a jóvenes con talento, además de ser el responsable del centro comunitario que se ubica en la misma colonia. 

“Llegó un día el presidente del centro comunitario y me dijo que si quería ser el encargado, le dije en un principio que no, pero después vi que se caía a pedazos, entonces dije ‘no puedo dejarlo caer’ y desde ahí entré de lleno”, sentenció. 

¿Si no hubieras sido boxeador, que fuera del Gilberto Ramírez?, se le preguntó.

“La verdad, hubiera sido bailarín profesional o federal de caminos… (risas), me gustaba mucho, o bien, estuviera en Las Vegas de mago, haciendo magia, me gusta mucho la magia”. 

Mensaje para los jóvenes

“Primero, darles las gracias a todos por el apoyo. El mensaje es creer en ti, nadie te puede decir que no puedes, solo tú eres la única persona que se pone límites.” 

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