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CONCORDIA.- Con la voz entrecortada, sudor en su frente, un paso lento y junto a sus nietos. Don Roque Vargas, es uno de los tantos habitantes desplazados de La Petaca, pero que volvió por el amor a sus raíces, su clima cálido, el aroma de su tierra, sus paisajes imponentes y la esperanza de poder pasar su vejez en su pueblito junto a su gente.

Don Roque camina, cada tres días, 10 kilómetros, desde Potrerillos, pasando por Chirimoyo y hasta llegar La Petaca. Lo hace acompañado de un machete en mano, unas mangueras y un costal lleno de esperanzas, así como su fiel escudero, un perro guardián que ameniza el camino.

Bajar cada quince días junto a su nietos, soportando el astro rey, el sol, que quema sabroso, es con dos finalidades, la primera distribuir el pan que elabora con sus propias manos, esas que se muestran lastimadas, un poco sucias, con tierra entre las uñas, pero llenas de esperanzas de ayudar a los suyos para salir adelante.

“Tengo una casita donde logré hacer las bardas con bloques que compré, gracias a la venta del pan que hago pude hacer la barda de mi casa, tengo un techo de plástico, no tenemos casas, pero tenemos esperanzas de salir adelante”, expresó.

Pese a buscar salir adelante con su familia, no se olvida de su gente, a la cual también busca ayudar en esa bajadas de la sierra, esas personas como dice él “hay gente más jodida que uno”; “por eso hay que ayudarlos”.

Con el paso del tiempo se ha convertido en un luchador social que no busca pelear, ni con gobiernos, ni con los chicos malos, solamente busca tranquilidad, paz y armonía en su tierra.

“No había atención, tuve que hablar por todos mis compañeros, y me he convertido en el vocero con el gobierno, y la misma seguridad pública para que volten hacía acá”, comentó.

Fue en el 2017 cuando la violencia interrumpió sus rincones, el día de las muerte de tres maestros los orilló a salir de sus casas y bajar a las ciudades de Mazatlán y Culiacán, específicamente, para refugiarse, buscar ayuda, pero las mismas ciudades los hizo volver, además que el sobrevivir con sus pocos ingresos era más complicado para ellos.

“Ya estamos aquí de regreso porque queremos vivir en paz, estamos de regreso porque todavía a pesar de las mentiras confiamos en el actual gobernador”, señaló.

Don Roque analizó cada uno de los detalles de ambas ciudades, y aunque son zonas desarrolladas, la nostalgia de volver a su tierra, respirar el aire fresco de la sierra, contemplar la naturaleza, los hicieron regresar.

La vida para ellos no es complicada, como relata el señor Vargas, ya que ellos comen sus frijoles con tortillas, ya que ellos siembran todo lo que comen.

Aunque tienen una clínica, pero sin médico, ellos como pobladores confían que con el actual gobernador Rubén Rocha Moya pueda voltear a mirarlos y que los apoye, no con dinero sino con seguridad, atención médica y más educación para las futuras generaciones.

El sueño de explotar turísticamente cada rincón de su tierra sigue siendo una de las esperanzas que conserva Don Roque Vargas y los habitantes de dichos poblados, para que conozcan la rica historia que ofrece la sierra.

“Quiero realizar paseos de motocicletas, bicicletas y de a pie, para generar un poco de empleo a la gente, vendiendo alimentos, enseñando vistas espectaculares que ofrece el lugar, entre otras cosas maravillosas” concluyó.

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